lunes

Las llaves

Animales gregarios con dientes


Hay unas cosas que, si las conocéis bien, os podrán abrir muchas puertas: las llaves.
 Antes, al salir de casa, la gente se persignaba:
—Padre, Hijo, Espiritusanto, amén.
Ahora, al salir de casa, la gente dice:
—Móvil, cartera, (tabaco,) llaves.

Las llaves han venido a ocupar el lugar del «Espiritusanto,amén». El Padre ha sido sustituido por el móvil. Aunque no del todo, porque en la agenda de la mayoría de los teléfonos móviles hay un número que es «PAPA MÓVIL», que no es «papá», porque no tiene tilde, es «papa». Sustituimos al Santo Padre por un móvil, pero guardamos su número por si hay que llamarlo por teléfono al papamóvil. Y si os fijáis, ¿qué es el papa-móvil? ¡Un coche que tiene encima una cabina de teléfonos! Está el padre, que es el papa-móvil; el hijo, que es la cartera y las llaves.

Las llaves sirven para muchas cosas. Para abrir una puerta, sí, pero también para cerrarla, y aún diría más: para que los conductores de autobús sepan cuánta profundidad tiene una oreja. Me pregunto si esa actividad pseudocientífica a la larga no será perjudicial para las cerraduras. Cada vez que abren o cierran van metiendo un poquito de cera. La llave entra cada vez un poquito menos, un poquito menos... y llega un momento en el que la llave ya no entra nada.
En ese momento coges unas pinzas y sacas de dentro de la cerradura una copia perfecta de la llave hecha en cera.
Nadie dice que las llaves tengan que ser todas de acero. De hecho, ahora han sacado unas llaves fosforitas de un material muy ligero, y no pesan nada... Tocas los dientes de la llave y parece que son de leche. ¿Para qué? ¿Por comodidad? ¡Si luego les pones un llavero del tamaño de un bidé!

Lo de los llaveros no acabo de entenderlo. Bonitos no son, cómodos tampoco... ¿Para qué sirven? Los de los hoteles están diseñados a mala leche. Esa bola de bolos con un cinturón de goma a modo de parachoques con el número de la habitación grabado a fuego... ¿Eso qué fin tiene?  ¿Es para que te acuerdes del número de la habitación? Te acuerdas de eso y te acuerdas de la madre que parió al de recepción.
Me pregunto si te dejarían pasar con una de esas llaves en un avión. Te harían facturarla como equipaje de mano..., pero es que con eso puedes secuestrar un avión:
«¡Que no se mueva nadie o le doy a éste con la llave y le abro la cabeza!».
La gente no se fija en las llaves y entonces ellas hacen cosas para llamar la atención, como, por ejemplo, no abrir. Intentas, intentas, intentas y no abre. Entonces llega un amigo, o un señor, y te dice: «Déjame a mí», suena ¡ruac! y la puerta se abre.

Esa gente tiene el superpoder de abrir puertas. No lo tengo, pero quienes poseen ese preciado don son como ángeles y sólo podemos pedir a Dios que estén cerca cuando los necesitemos.
Otra cosa muy macarra que hacen las llaves para llamar la atención es quedarse dentro de casa. Tú sales, ya tienes un pie fuera, dices: «Llevo todo: móvil, cartera, lla...». ¡Plum!, y se cierra la puerta. Es una sensación de impotencia... como otra cualquiera.Y hay que llamar a un cerrajero, que si los que tienen el don de abrir puertas con las llaves son como ángeles,los cerrajeros son como Dios. Y te cobran la apertura a precio de milagro. Te ponen en la factura: «Desplazamiento: 90 euros», y es así porque vienen levitando.
Los cerrajeros son las personas más honradas que existen. Pueden abrir cualquier puerta y robarlo todo, y, sin embargo, se reprimen... y sacan mucha más pasta robándote a ti directamente.
Cuando llega el cerrajero, deseas ver cómo abre la puerta. Piensas: «Ya que lo pago, al menos disfrutaré del espectáculo. ¿A ver qué llave utiliza?». Os lo digo yo. El canalla del cerrajero le pega un empujón a la puerta y, ¡pimba!, se abre. ¿Que qué llave utiliza? ¡Una de yudo!
Las llaves de las casas tenían que ser como las de los coches. Te acercas a la casa, «¡piu!, ¡chuc!», y se abre. Sales, y lo mismo. Y así nos librábamos de los ángeles y de los dioses de las puertas.

Amén. (Que ya sabéis que quiere decir «llaves».)

Luis Piedrahita. 

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