Si, vale, posiblemente no deje de ser un argumento tan evidente y lógico que todos alguna vez hayamos podido pararnos en ello, pero la verdad, intento plasmar una visión paralela a esa rutina. Aún sabiendo que la rutina diaria y el estancamiento personal desgastan las relaciones amorosas y se comienzan a percibir como previsibles y mecánicas perdiendo todo el encanto y la magia.
La otra noche, hablando con una personada “desconocida desde hace años” se escaparon esas palabras, que humildemente me regalo: “la rutina de querernos” y por primera vez, creo que sentí esas palabras como algo tierno y entrañable. Es aquí donde quiero llegar. Es aquí donde me detuve un momento para pensarlo.
En el fondo, la vida la vamos construyendo por rutinas que evolucionan y siguen un proceso (todo en la vida es un proceso, si, incluso las rutinas) y aunque ni lo entiendas, el QUERER es solo una costumbre, como toda tu vida que se basa en costumbres.
La felicidad es un estado mental y no depende de estar con una u otra persona sino que depende de uno mismo y de la capacidad para lograrlo. Tal vez, sea la capacidad de hacer de tus rutinas, algo vital y pleno para tu interior.
Entonces, veamos esa rutina del amor como esos momentos que se repiten, igualitos, día tras día: nos levantamos y pensamos en esa persona, durante el trabajo algo nos hace recordarla, durante la tarde no podemos evitar llamarla o saber cómo le va el día, y al llegar la noche volvemos a pensar en esa persona antes de dormir. (Rutinas, si…)
Pero… ¿os habéis fijado lo absurdos que son esos mensajes que mandamos a veces?
Por ejemplo:
“Ola! q tal tu dia?
Dormist bien?
Yo si, aunq me levanté tard y
Ya voy a preparar la comida.
Weno, si no te veo,
q tngas wena tard, ok?
Besos”
Tal vez usamos esos 160 dígitos para que ponga lo que ponga, lo único que se reciba sea un guiño, un toque de atención o simplemente el deseo de esos besos. (Rutinas, si…)
Y llega un momento, en el uno se levanta por la mañana y solo piensa que debe comprar leche, y que tal vez hoy salga el sol, o banalidades que no hacen despertar los sentimientos, como si esos permaneciesen en la cama y solo despertase nuestro cuerpo. Es entonces donde nos damos cuenta de que echamos de menos esas rutinas, las rutinas del amor, que por un momento, sabemos que eran positivas, que nos dibujaban tontas sonrisas en la cara, y que… a pesar de ser “rutinas, si… “son lo que más dicen de nosotros mismos. Son a lo que de algún modo aspiramos.
La verdad, es que de un modo muy cómplice al oír eso de “las rutinas del amor” sentí un impulso a dibujar media sonrisa en mi cara y dar un pequeño codazo cariñoso, pues seguro, que es bonito para ti, seguro que es bonito para todo el mundo, pero a mi… se me olvidó felicitarte.
SShhh… si te soy sincera, yo también lo hago!
Pero… no se lo digas a nadie, ya sabes que soy una tía dura y no caigo en ñoñerias…
(Mariconadas las justas, ya sabes)
Y además, me siento orgullosa, porque SIEMPRE encuentro una razón para sentirme así, haya o no haya una persona con la que compartir mis días, siempre me siento "enamorada", aunque no pueda cumplir las expectativas de los demás.
Felicidades a todos los que disfrutan de las rutinas del amor con una sonrisa cómplice.