jueves













Al comienzo, te costará darte cuenta de si tu chica, o sea yo, soy una gentil doncella regida por la Luna o una chiflada de remate. Y al final, no lo sabrás todavía.

Durante la estación de las lluvias, te ahogaré con mis pesares, y cuando el sol vuelva a asomar entre las nubes te haré doblar de risa, y te conmoveré con mi ternura. Ser testigo de mis cambios anímicos es como ver una de esas antiguas películas mudas que anteponen un episodio de humor basado en bofetadas histéricas a la patética historia de los Peligros de Paulina, todo acompañado por la musiquita del piano en el foso de la orquesta. A veces, la melodía es alegre y vivaz; otras se pone melancólica. La música es variable, para acompañar las ocasiones, pero jamás aburrida ni monótona. Lo mismo pasa conmigo. Soy un poquitín chiflada, un poco triste y muy imaginativa. Y también sabré ahorrar los niqueles.

Naturalmente, no podrás mirar debajo del colchón mientras no nos hayamos casado. El pudor es una de mis condiciones. Pero puedes apostar sin riesgo a que allí guardo un calcetín viejo, bien lleno de billetes verdes y monedas de las rojas. Aún cuando tenga problemas económicos, seguramente guardaré algunas monedas bajo la maceta de las azaleas, o tal vez reservadas entre los pliegues de ese mantel de encaje que me regaló mi madre hace diez años para mi cumpleaños, y que todavía no he estrenado.
Si abres uno de mis libros de poesía, es posible que caiga de él un arrugado billete de 5euros, o peor aún, una vieja carta de alguna baraja española, deslumbrado por la luz del día. Yo puedo ceder a un súbito impulso de gastar cuando me han herido y necesito mitigar el dolor de las magulladuras, pero durante la mayor parte del tiempo mis gastos quedarán considerablemente por debajo de mis ingresos. Es posible que muestre un especial interés por tu cuenta de ahorros, y que el dinero sea uno de mis temas de conversación favoritos. No te miraré con desdén si no lo tienes, siempre y cuando seas de la clase de mujeres que se esfuerza por conseguirlo. Yo te ayudaré a ganarlo y a ahorrarlo, pero mucho cuidado a la hora de gastarlo. No vayas demasiado lejos si no quieres que tenga la sensación de que nuestra seguridad se desmorona. Cuando me hagas a un regalo carísimo, y te diga que no deberías haberlo hecho, no dudes que lo digo en serio. Posiblemente me compre unas babuchas de 3 euros para mi, pero si han de ser para quien amo puedo llegar a empeñar mil monedas por cubrir una ilusión.

Si quieres que deje de pensar en alquileres, tickets de la compra, facturas y el saldo de mi móvil, llévame a la playa a medianoche, a dar un paseo a la luz de la luna. Serán mis mejores momentos. La luna hará aflorar todos mis sueños secretos, y es posible que la proximidad del agua me haga olvidar todas mis inhibiciones. Es muy posible que en el espacio de una hora veas toda la gama de mis emociones. Entonces, podrás elegir la que mas te guste y darme ánimos para que yo la cultive.

No excuses

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