miércoles

La señorita Diaz y la señorita García me lo contaron un día

Se detuvo ante la puerta del dormitorio de Julia. Podría ver un rayo de luz amarilla escapando a través de la barrera de madera, llenaba a Cris de un anhelo tan profundo que le hacia desear llorar.

Después de deglutir varias veces, dispuso su mano para golpear. Y entonces esperó, temiendo cada segundo que pasaba, sabiendo ahora que en cualquier segundo se enfrentaría con una decisión.

El picaporte de la puerta giró, el rayo de luz se hizo más y más grande hasta ser eclipsado por el cuerpo de Julia en el umbral. Cris miró vacilantemente a los desconcertados ojos azules y sintió desvanecerse todas sus dudas y reservas. “Si te digo que estoy enamorada de ti, ¿te asustaré?” preguntó pensando que era un momento irreal. Podía sentir su corazón martilleándole en el pecho. No estaba segura de estar respirando.

Julia la miraba fijamente como si no pudiera decidir si Cris era real o no “¿Qué?! Preguntó finalmente.

Cris se acercó como guiada por una fuerza invisible que la llenaba de un valor que nunca supo poseer. Miró brevemente a los labios de Julia, no desando nada más que sentirlos contra los propios. Volvió a mirar a los ojos de Julia y vio una llamarada de algo irreconocible. “Te amo,” dijo Cris suavemente, esperando hacerse comprender esta vez; intentando, desesperadamente, aferrarse a la esperanza de que Julia aún mantenía lo que dijo en la playa.

“Cris...” dijo Julia, su voz incierta.

“No tienes que decírmelo también,” dijo Cris rápidamente, asustada de haber dicho demasiado. “Es que quería que lo supieras.” Empezó a retroceder, pero Julia tomó su mano. Cris no estaba segura cómo aún no había tenido un ataque cardíaco. Tenía la certeza de que lo que su corazón estaba haciendo en ese momento no era saludable. Cris miró a sus manos, insegura de qué interpretar del gesto, insegura incluso de que algo de esto estuviera pasando realmente. Tentativamente, miró a los ojos azules y esperó.
Julia estaba aterrada. Su cerebro entero se paralizó al instante que Cris empezó a hablar. Había tantas cosas que deseaba decir, preguntar, pero se quedó muda por el impacto del momento.

Tantas cosas estaban pasando a la vez dentro de su mente que no sabía por dónde empezar. Quería volver atrás, para examinar cada recuerdo buscando evidencias de lo que Cris estaba diciéndole era verdad. Julia quería sentarse y partir cada momento aparentemente inconsecuente, encontrar los fragmentos enterrados de frases desechadas, pedazos tirados de palabras insignificantes. ¿Cuánto había sido evidente? ¿Cuánto había ignorado?

“Por favor, di algo,” dijo Cris
.
Julia interrumpió sus pensamientos, repentinamente consciente de estar sosteniendo la mano de Cris; insegura de cómo había pasado. Miró sus dedos entrelazados, intentando ganar tiempo. No tenía certeza sobre qué decir, qué hacer, cómo actuar. “Eres.. estás...”
Cris le ofreció una media sonrisa. “¿Tiene problemas sin guión, Srta. Franqui? Bromeó.
Julia no sabía si reírse o llorar. Volvió a mirar a sus manos y entonces a la cara de Cris. Te amo es que no parecía bastante para cubrir lo que estaba sintiendo. ¿Cómo podían dos palabras expresar todas las noches y días y horas, minutos, segundos pasados fantaseando este momento, mientras sintiendo, todo el tiempo, que nunca llegaría?
No había palabras, en absoluto. Había sólo silencio llenando con acortadas tomas de aliento.

Había sólo los ocasionales quedos sonidos de algo indistinto e indescifrable, apenas audible sobre la intensidad del momento. Había sólo el acto de abrir la puerta para encontrar todo que alguna vez había deseado y esperado y rezado, de pie en el umbral.
Pilló a Cris mirándole los labios, entonces desviando la vista como avergonzada. El corazón de Julia se aceleró, dio un vuelco y martilleó; sintió su cuerpo entero temblar y paralizarse a la vez. El tiempo perdió todo significado, toda existencia. Julia solo se daba cuenta de que los labios de Cris parecían tan hermosos, suaves e increíblemente invitadores. Y, aunque estaban sólo a centímetros de los propios, parecían como a kilómetros.

Fue el turno de Cris de pillarla mirando y sus miradas se clavaron durante una décima de segundo antes de ocultarse detrás de párpados cerrados. Julia perdió la pista de sí estaba respirando o no, notando sólo el calor del cuerpo de Cris lentamente presionando contra el suyo. Inclinó la cabeza y sus labios rozaron tan dulce suavidad que casi retrocedió ante el embate de emoción.

Sintió envararse el cuerpo de Cris, después relajarse contra ella, acercándola más. Sus labios se encontraron brevemente, se separaron por un instante antes de encontrarse de nuevo. El cuerpo entero de Julia se sentía listo para explotar de sensación. Pensó que podría derretirse, o ser consumida por el simple placer de sentir la boca de Cris moviéndose contra la propia.

Cris presionó contra ella, gimió contra sus labios, profundizó el beso hasta que Julia creyó que podría desmayarse. Su cuerpo entero gritaba, temblaba y ardía con un calor maravilloso que se extendía a través de cada fibra de su ser. Lo dejó pasarle por encima cual ola de marea de inconmensurable éxtasis y se rindió completamente al momento, hasta que finalmente, tras lo que parecía un siglo pasado en el parpadeo de un ojo, apartó sus labios y susurró, “Yo también te amo”.

< Creo que todavía no te he dicho una frase como esa, pero este primer beso tiene la misma magía que aquel que se escapó en nuestra historia de amor>

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