martes

Querida Maldita Muerte:

Mañana cuando anochezca todo será distinto para nosotros. Será posiblemente la última vez que podamos estar juntos, y no seremos capaces de aprovechar el último instante que compartamos porque la muerte vendrá a interrumpirnos. Maldita seas, maldita seas, maldito sea tu amor que un día me ofreciste disfrazado de juventud y alegría; ese mismo amor que tantas veces me ha hecho llorar, ese amor que me está haciendo tanto daño. ¿Por qué tendrá que ser todo tan difícil? Nunca llegaré a rozar lo que tú me ofreciste esa noche. Maldita sea tu sonrisa, tu lágrima, tu mirada. Maldita seas tú, muerte despreciable que acechas en cada esquina, que vienes sin avisar, que entras sin llamar y arrasas a tu paso dejando tras de ti destrozadas todas nuestras vidas. Maldita seas vida, que ofreces tu rayo de luz cuando vamos a morir, todo por su culpa, maldita muerte que nos buscas a nosotros y a los nuestros.
Seca lágrima derramaré la próxima vez que te sienta cerca y ten por seguro que te estaré esperando pacientemente hasta el día que vengas a por mí, y hasta el día que tú y yo juguemos esa maldita partida con ganador seguro. Moriré, moriré en tus manos, pero gracias a ti podré disfrutar de lo que se siente al llorar, de lo que es el dolor, el miedo, la tristeza. Descubrirte será mi mayor deseo, por que ese es sin lugar a dudas mi destino pero no podré salirme con la mía y olvidarte, alejarte de mi vida, echarte, aislarte de mi mundo y convencerte de que aquí no pintas nada, solamente dolor y miedo.
No te temo, lo sabes, es más deseo enfrentarme a ti y por fin, de ese modo, saber que ya no sufriré más, saber que así, gracias a ti, podré descansar y no continuar pasando miedo y en peligro, aguantándote cada vez que buscas, cada vez que encuentras, cada vez que matas. Y ahora estoy celosa, de verte aparecer y ver que yo sigo aquí y no poder acompañarte.
Me mintieron sobre ti, me mentiste, me engañaste haciéndome sentir bien por seguir entre ellos, pero no me desvelaste el auténtico placer de tu compañía. Me ocultaste el verdadero goce de la vida, la muerte. Quizás te ofrezcan mil manjares por no tenerte en sus brazos, mil delicias por tu tardanza. Yo desde aquí te ofrezco mi vida, mi vida... y porqué no también mi muerte, al fin y al cabo, arrasarás con todo lo que soy, he sido y seré. Todo porque para tener que acompañar a éstos vivos en su iseria prefiero compartir el resto del camino con los que descansan y no padecen, porque ellos disfrutarán junto a mi. Con mi muerte disfrutaremos de sus vidas.

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