"POR ESO ME GUSTA EL CINE"
Mi hermana ha sido torero. No es facil reconocerlo ante ustedes, personas que distan mucho de ser mi hermana y además la mayoría ni siquiera son toreros.
Sarita, mi espectacular hermana, tenía unos trajes de luces de mas de 12.000 Watios y portaba en la sesera esa fulgurante y giratoria bola de discoteca, que convenientemente iluminada, dejaba a sus colegas de tarde, ataviados con la oscura montera, referencia lúgubre al siniestro y folclórico tricornio, sumidos en esa tristeza grave a la que nos tienen acostumbrados los matadores varones.
Todo empezó por mi padre, bienpensante y generoso, sobre todo generoso, aunque también bienpensante , cuando un 14 de abril -el nunca creyó en los reyes- obsequió a nuestra Sarita, alrededor de las once, un precioso toro bravo de color negro carbono, y unos corchos en los cuernos - ¡no se haga daño la niña!.
Mi madre patidifusa, pero con el sentido práctico que tanto ayuda a los niños a distinguir a las madres de los padres, sentenció: ¡NOS LO COMEMOS!
Sarita desconsolada abrazó a su toro negro, mientras el bicho intuyendo que se le escapaba por el rabo, la oportunidad de formar parte de mi familia, modesta y dicharachera, se tumbó bajo el perchero, a la entrada, dando cariñosos lametones al empeine de Sarita.
Y se quedó.
Y le llamamos Viriato.
Mi poniéndose la chaqueta , hombre de acción al fin y al cabo, exclamó con alegría: ¡nos vamos todos al cine!.
Viriato, con ese conocimiento intrínseco del animal frente al medio, sin llegar a los extremos, demostró con claridad que sabía moverse holgadamente en nuestra vida hogareña, retirándose discreto al cuartito de mi hermana.
Y nosotros, pues ¡al cine!.
Por eso me gusta el cine, por el toro de mi hermana.
Dos butacas mas allá, solo y oscuro como la pez, estaba el coronel Morcillo. Le gustó tanto la película, un musical bélico de ambiente precolombino, que lloró muchísimo. Se empapó las chanclas militares y se puso malo. Se le agarró al pecho y le llevaron a urgencias. Y pasó el cometa Halley mientras estábamos dentro. Nos lo perdimos entero por los títulos de crédito. Mi hermana estaba muy triste. Con razón . Mi madre nos consoló, con la lectura en voz alta del Tratado de Maimonides.
A pesar de nuestra edad, escuchamos que este hombre enorme y batallador, dedicó su obra, bajo impulsos no siempre concretos, aunque habitados por esa idea estelar y rutilante que frente a creencias y embates del quehacer humano, soportan el íntimo sostén del intelecto entusiasta, dispuesto a recrear el total que no percibe.
¡ES COMO BYRON!, gritamos, pero bajito.
¡Así es la vida, amiguitos y amiguitas!
Cosas de la infancia analógica que todos tuvimos.
Ahora ya somos digitales.
Yo, llevo un MODEM en el culo , conectado con unos cateter de fibra óptica, a los sampler alojados en mi caja semitorácica.
¡Ya lo no tengo que ir al servicio, ni nada!
Sale todo por la impresora . ¡ Grandioso!
Confío en que todo esto os ayude a afrontar la vida moderna.
¿Mi hermana?. Se casó con otro.
(Pepin Tré)