CAPITULO 1: AÑOS 80
Ey! Me suena bien! Y es que soy una de las afortunadas personas que nacimos en los 80’s. Al margen de lo que España era en esa época, tuve una infancia LIBRE Y FELIZ. (Y es así como la recuerdo)
Mis años 80 se vivieron en un “movido barrio madrileño” donde los niños jugábamos en la calle, veíamos Oliver y Benjuí y merendábamos bocatas de nocilla.
Íbamos al cole todos en pandilla (hermanos pequeños y mayores) disfrutando de aquella EGB que nos enseñó a poner tildes y a memorizar hasta la tabla del 12.
Recuerdo con especial cariño los días de verano donde vivíamos en la calle más de 12 horas diarias y las madres nos tiraban desde la ventana un bocadillo de lomo para cenar gritando nuestros nombres unos tras otros.
Hacíamos nuestros propios juguetes y éramos capaces de transformar 4 cajas de cartón y varias tablas en auténticas cuevas secretas que perduraban solamente un día, pero volvíamos a construirlas al día siguiente… éramos tan felices con las manos sucias y las rodillas raspadas de mil caídas
Mi familia se reducía a los 4 componentes que rodeábamos la mesa, dicharacheros y unidos. (Esto pronto cambiará…)
Mi madre trabajando casi 20 horas diarias... pero siempre estaba con mil energías para conseguir todo para sus hijas. (Pensar en mi madre en aquella época siempre me hace recordar la canción de Revolver que creo que se titulaba “El dorado”)
Mi padre no trabajaba y estaba en casa intentando, y luchando a su manera, por no derrumbarse al tener que “disfrutar” de su invalidez sin caer en depresiones. Imagino que una etiqueta como esa a los 30 tiene que ser un duro lastre que arrastrar.
Lo recuerdo en aquel momento viendo los toros sentado en el sofá y leyendo novelas con las páginas amarillentas.
Mi hermana, 7 años mayor que yo, siempre estaba tras de mi y tal vez por ello siempre estuvimos tan unidas. Nos gritábamos y pegábamos, como buenas hermanas, por motivos tan transcendentales como elegir el sabor del yogur o por no recoger la mesa después de comer… creo que por pocos motivos más.
Aunque he de reconocer que a finales de los 80 (igual ya era el año 1990) esa relación con mi hermana tuvo una crisis… y… tenía que ser así… mi rabia era evidente porque ella empezaba a ser una adolescente divertida y atractiva y a mi su novio no me gustaba nada!! Ahora me querría menos? La tenía que compartir con aquel chaval que no sabia de donde había salido! Aún hoy recuerdo que vivía en la calle Frankfurt (y nunca supe donde estaba aquella calle pero me sonaba como algo muy lejano) Siempre dije que “Oscar”, así se llamaba el ladrón, era un nombre de perro! No era un buen nombre para un chico… Razonamientos de una niña de 7 años…
Recuerdo el gran valor que para mi tenían mis vecinos. (90% de cotilleo y 10% de buena voluntad) Fueron personas muy presentes en mi primera infancia, compartiendo comidas en fines de semana y mezclando la atención entre hijos propios y los del vecino del 2D (por ejemplo) No he vuelto a entrar en ningún portal como aquel número 1 de la calle Miño, donde siempre estaban las puertas abiertas de par en par y corrillos de mujeres hablando en los rellanos.
Fue algo realmente trágico el día que abandonamos aquello.
Por un lado mis padres convencidos de que el cambio era positivo y por otro lado mi hermana y yo sin comprender muy bien porque era mejor cambiar de ciudad para estar con la familia a cambio de dejar nuestros amigos allí.
Hoy echando la vista atrás intento imaginar lo que hubiese sido de mi vida al seguir allí, y es triste ver cómo aquellos niños que eran nuestros fieles compañeros han tenido una vida tan diferente a la que tuvimos nosotras. Muchos de ellos han caído en vicios, drogas y problemas que han diseñado un nivel de vida mucho más complicado que el mío.
El cambio de ciudad trajo consigo muchísimos cambios más, pero esto pasa a ser parte del siguiente capitulo…
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